domingo, 7 de febrero de 2016

¿HAMBRE O GANAS DE COMER?

Es habitual que las personas que siguen una dieta para bajar de peso se quejen porque pasan hambre. En esos casos cabe preguntarse: en realidad, ¿es hambre o son ganas de comer? Hay quien se sorprende ante esta pregunta, ¿es que acaso no es lo mismo? A continuación vamos a ver en qué se diferencian.
Poseemos tantas células nerviosas en nuestro aparato digestivo, que algunos dicen que tenemos un pequeño cerebro en la barriga, y es este cerebritoel principal responsable de regular la sensación de hambre, mientras que las áreas cerebrales que se encargan del placer y del bienestar son las que controlan las ganas de comer.
El hambre es la respuesta fisiológica a la falta de alimento: se manifiesta físicamente por el movimiento del estómago (ruido de tripas), y la sensación de estómago vacío; hay quien sufre además un ligero mareo o dolor de cabeza debido a una bajada leve del nivel de azúcar en la sangre. Es normal sentir hambre cuando han pasado algunas horas desde la última comida; debemos tener en cuenta que determinados alimentos nos mantienen saciados durante más tiempo, mientras que otros nos abren el apetito antes.
Por el contrario las ganas de comer están asociadas al placer por la comida, aunque a veces pueden ir unidas a la sensación de hambre. Picar cualquier cosa por aburrimiento o por frustración, comer grandes cantidades (ponerse las botas), sobre todo cuando comemos o cenamos fuera de casa o en celebraciones; la necesidad de sentirnos llenos para convencernos de haber comido, etc, es lo que diferencia el hambre y las ganas de comer.
Para combatir el hambre la solución pasa por hacer 5 comidas al día: no saltarse el desayuno (lácteo, hidratos de carbono y fruta), tomar un tentempié ligero a media mañana y a media tarde, e incluir verduras y proteínas (carne, pescado, legumbres, huevos) tanto en la comida como en la cena. A algunas personas una pieza de fruta entre las comidas les ayuda a calmar el hambre, y a otras les va mejor algo de proteína (un yogur o unas lonchas de jamón).
Pero, ¿cómo luchamos contra las ganas de comer? La respuesta está en nuestro cerebro. Ante el impulso de comer sin hambre debemos preguntarnos por las causas que originan ese deseo: puede que haya algún sentimiento (pena, frustración, rabia, ansiedad) que nos haga perder el control con la comida; o tal vez haya que remontarse a la infancia para encontrar la explicación: ¿alguna vez nos han callado nuestros mayores con algo de comida? ¿Cuántas veces nos han dado como premio a una buena acción un dulce o una chuchería? Si desde pequeños hemos aprendido a consolarnos o a premiarnos con la comida, cuando somos adultos es probable que sigamos haciéndolo.
Controlar las ganas de comer sin hambre es una tarea consciente, no se produce de manera espontánea. Hay que tomar conciencia, en primer lugar, de qué es lo que estamos haciendo, darnos cuenta de que estamos comiendo de manera descontrolada o en exceso; a continuación hemos de evaluar cómo nos sentimos: culpables y con remordimientos por haber “picado”, más relajados, insatisfechos y deseando más comida... Una vez hayamos identificado nuestras emociones, podremos poner en marcha mecanismos que nos ayuden a cambiar esa conducta.
Cuando sientas el deseo de picotear, mira el reloj y espera 10 ó 15 minutos. En ese tiempo, lávate los dientes, habla por teléfono con algún amigo o familiar, haz algún trabajo manual u otra tarea que te relaje; al no responder de manera inmediata al deseo de comer rompemos el círculo vicioso.
En cualquier caso, si eres consciente de haber comido más cantidad de lo que es saludable, corrige el exceso en la siguiente comida y trata de compensar las calorías extra con alimentos ligeros, pero sin saltarte ninguna ingesta.
Y, cómo no, practica ejercicio físico diariamente, que además de quemar calorías, ayuda a mantenernos mejor mentalmente, con menos ansiedad y más centrados en nuestros objetivos.

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