Es
habitual que las personas que siguen una dieta para bajar de peso se
quejen porque pasan hambre.
En esos casos cabe preguntarse: en
realidad, ¿es hambre o son ganas de comer?
Hay quien se sorprende ante esta pregunta, ¿es
que acaso no es lo mismo? A
continuación vamos a ver en qué se diferencian.
Poseemos
tantas
células
nerviosas
en nuestro aparato digestivo, que algunos dicen que tenemos un
pequeño cerebro en la barriga, y es este “cerebrito”
el
principal responsable de regular
la sensación de
hambre,
mientras que las áreas
cerebrales
que
se encargan del placer y del bienestar son las que controlan las
ganas de
comer.
El
hambre
es la respuesta
fisiológica
a la falta de alimento: se manifiesta físicamente por el movimiento
del estómago (ruido de tripas),
y la
sensación de estómago
vacío;
hay quien sufre además un ligero mareo o dolor de cabeza debido a
una bajada leve del nivel de azúcar
en la sangre. Es normal sentir hambre cuando han pasado algunas horas
desde la última comida; debemos
tener
en cuenta que determinados alimentos nos mantienen saciados
durante más tiempo,
mientras que otros
nos abren
el apetito
antes.
Por
el contrario las
ganas de comer
están
asociadas al
placer por la comida,
aunque a veces pueden ir unidas a la sensación de hambre. Picar
cualquier cosa por aburrimiento o por frustración, comer grandes
cantidades (ponerse
las botas),
sobre todo cuando comemos o cenamos fuera de casa o en celebraciones;
la necesidad de sentirnos llenos
para convencernos de haber comido, etc, es lo que diferencia el
hambre y las ganas de comer.
Para
combatir
el
hambre la solución pasa por hacer 5
comidas al día:
no saltarse el desayuno
(lácteo, hidratos de carbono y fruta), tomar un tentempié
ligero a media mañana y a media tarde, e incluir verduras
y proteínas
(carne, pescado, legumbres, huevos) tanto en la comida como en la
cena. A algunas personas una pieza de fruta entre las comidas les
ayuda a calmar el hambre, y a otras les va mejor algo de proteína
(un yogur o unas lonchas de jamón).
Pero,
¿cómo
luchamos contra las ganas de comer?
La respuesta está en
nuestro cerebro.
Ante el impulso
de comer sin hambre
debemos preguntarnos por las causas
que originan ese deseo: puede que haya algún sentimiento (pena,
frustración, rabia, ansiedad) que nos haga perder el control con la
comida; o tal vez haya que remontarse a la infancia para encontrar la
explicación: ¿alguna vez nos han callado
nuestros mayores con algo de comida? ¿Cuántas veces nos han dado
como premio a una buena acción un dulce o una chuchería? Si desde
pequeños hemos aprendido a consolarnos o a premiarnos con la comida,
cuando somos adultos es probable que sigamos haciéndolo.
Controlar
las ganas de comer sin hambre es una tarea consciente,
no se produce de manera espontánea. Hay que tomar conciencia, en
primer lugar, de qué es lo que estamos haciendo, darnos cuenta de
que estamos comiendo de manera descontrolada o en exceso; a
continuación hemos de evaluar cómo
nos sentimos:
culpables y con remordimientos por haber “picado”, más
relajados, insatisfechos y deseando más comida... Una vez hayamos
identificado
nuestras emociones,
podremos poner en marcha mecanismos que nos ayuden a cambiar esa
conducta.
Cuando
sientas el deseo de picotear,
mira el reloj y espera
10 ó 15 minutos.
En ese tiempo, lávate los dientes, habla por teléfono con algún
amigo o familiar, haz algún trabajo manual u otra tarea que te
relaje; al no responder de manera inmediata
al deseo de comer rompemos el círculo vicioso.
En
cualquier caso, si eres consciente de haber comido más cantidad de
lo que es saludable,
corrige el exceso en
la siguiente comida y trata de compensar
las calorías extra
con
alimentos
ligeros,
pero sin saltarte ninguna ingesta.
Y,
cómo no, practica ejercicio físico diariamente, que además de
quemar calorías, ayuda a mantenernos mejor mentalmente, con
menos ansiedad
y más
centrados
en nuestros
objetivos.
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