¿Cuántas
veces nos ha recomendado el médico adelgazar?
¿Por qué se hacen campañas para prevenir la obesidad
en los medios de comunicación? ¿Se trata de una moda? Puede haber
quien crea que esta insistencia por bajar
de peso
es propaganda para que algunos ganen dinero, o que se deba a que
nuestra sociedad impone la imagen de que la persona delgada es la que
tiene más éxito. Sin embargo, la realidad nos demuestra que la
obesidad está ligada a enfermedades tales como la hipertensión,
la arteriosclerosis,
tasas elevadas de colesterol
o azúcar
en la sangre, e incluso algunos tipos de cáncer.
Se
estima que entre el 80 y el 90% de las personas diabéticas no
insulinodependientes
(el diabético de pastillas)
son obesos. También se ha estudiado y constatado que el riesgo de
cáncer
de endometrio
y de cáncer
de mama
es mayor en las mujeres con exceso de peso.
Estar
obeso aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares
y de ictus,
así como la probabilidad de tener cálculos
biliares,
hígado
graso,
artritis,
apnea
del sueño, o trastornos circulatorios (varices).
Y si bien, es cierto que puede haber factores genéticos que nos
predispongan a determinadas dolencias, también lo es que podemos
esquivarlas con un hábito
de vida saludable;
se diría que los
genes
cargan el arma,
y el
ambiente
la dispara.
Cuando
nos sobran kilos, una pérdida de entre un 8 y un 10% del peso
inicial aporta notables beneficios para la salud, siempre que sea de
manera equilibrada,
con el asesoramiento de un profesional (dietista-nutricionista),
cuidando la alimentación,
y haciendo ejercicio
de forma regular.
En
personas que tienen la presión
arterial
más alta de lo recomendado, la pérdida de 4 ó 5 kilos conlleva que
ésta se reduzca sensiblemente; la diferencia está entre tener que
tomar un fármaco
antihipertensivo o no necesitarlo.
También
es significativo el descenso del colesterol
sanguíneo
cuando adelgazamos. Esto se debe a que al elegir en nuestra dieta
alimentos con poca grasa, ricos en fibra
e hidratos de absorción lenta (verduras,
frutas,
legumbres),
más pescado en lugar de carnes
grasas,
y menos azúcares
refinados
(bebidas azucaradas, bollería), estamos reduciendo la ingesta de
lípidos,
y favoreciendo que bajen los niveles de colesterol. Esta alimentación
permite también que el páncreas,
encargado de secretar la insulina,
trabaje mejor, sin sobrecargarse, lo que ayuda a estabilizar la
cantidad de glucosa
en la sangre. De esta manera, siguiendo una dieta saludable,
evitaremos la necesidad de medicarnos para el exceso de colesterol o
para la diabetes
de tipo II.
Con
una alimentación
equilibrada
y ejercicio
físico
frecuente, además de perder peso, conseguiremos mantener la masa
muscular,
aumentar la flexibilidad de las articulaciones,
incrementar la secreción de las hormonas
de la satisfacción (endorfinas),
reduciendo la ansiedad, y mejorar la circulación.
No es necesario prepararse para correr
un maratón,
basta con caminar una
hora al día,
ya sea de manera seguida o en pequeños paseos.
La
prevención de enfermedades
crónicas
que limitan nuestro bienestar, y llevan asociado un gasto económino
alto, merece el esfuerzo que puede suponernos cambiar algunos de
nuestros hábitos de vida, y debe ser el objetivo principal y la
motivación
para realizar cualquier régimen de adelgazamiento.
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